Nos cuenta la tradición que cuando morimos nuestro espíritu es atraído por los ámbitos del más allá y nuestro cuerpo inerte y sin vida queda aquí en la tierra.
Si Caronte encuentra nuestra moneda y acepta llevarnos a la otra orilla del río Aqueronte , este pasa por un periodo en el Bardo que algunos cuantifican en unos cuarenta días. En este periodo de tiempo nos preparamos para volver y proseguir trabajando con la materia aquí en la tierra.
Una vez que tenemos el cuerpo que nos va a servir de vehículo en este nuevo viaje, y por desgracia, haber bebido de las amnésicas aguas del Leteo, nos encontramos en la tripa de nuestra madre sin tener muy claro quien somos , que hacemos aquí y a que hemos venido.
El parto no es sencillo, la tradición lo asemeja al paso por un estrecho embudo metálico y en el momento de nuestra primera bocanada de aire, lo que para muchos es el verdadero llegar a nuestra madre Gea para tomar contacto con el mundo físico y por consiguiente nuestra individualización, este, se acompaña de un ataque a nuestros sentidos. Un potente foco ciega nuestros ojos vírgenes de claridad, el sonido de los instrumentos metálicos perfora nuestros tímpanos acostumbrados al sosiego de nuestra antigua morada, el olor de la sangre hiere nuestro olfato y una toalla esterilizada de microbios pero también de amor, nos rasga la espalda como si un chorro de aceite hirviendo desgarrara nuestra piel. Por si fuera poco unos azotes en el culo nos vienen a decir “prepárate , aquí has venido a sufrir”.
El grito del nacimiento es la primera gran circunstancia que el hombre debe afrontar en su viaje por este mundo, la angustia existencial, la incertidumbre de la separación solo son contrarrestadas por un abrazo, una caricia que nos otorga una sensación de sosiego y de alguna forma permite a nuestra confundida conciencia emprender el camino que hemos venido a recorrer.
Comienza una etapa de adaptación al mundo, en el cual cada uno de nosotros responde de una forma única e irrepetible mediante el denominado principio de energía vital que en spagyria dividimos en siete tipos de energía denominados arquetipos que van a desarrollar órganos, funciones y cualidades psíquicas y que van a marcar dependiendo de su cantidad y cualidad la individualización del ser humano en este proceso de adaptación que llamamos vida.
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